Imagen por cuatrok77
El 12 de octubre de 1931 se develó como la estatua de Cristo más grande del mundo, y se convirtió en el ícono más empleado para representar la ciudad de Río de Janeiro y, en algunos casos, el país de Brasil. No se diseñó originalmente con el fin de fomentar el turismo ni de iniciar una bonanza de construcción de estatuas de Cristo alrededor del mundo, sino como un símbolo de paz. Desde esa fecha ese acogedor Cristo Redentor con los brazos abiertos, conocido como el Cristo del Corcovado por estar ubicado en la cima del Cerro del Corcovado en el Parque Nacional de la Tijuca, ha sido víctima del vandalismo, de hongos y de rayos, y ha sido restaurado, renovado y retocado, sin dejar de mantenerse firme. Desde su mirador puede contemplarse la ciudad de Río de Janeiro en todo su esplendor. En realidad, es una de las vistas más impresionantes del mundo.
Sesenta y tres años después, el 20 de noviembre de 1994, uno de los países vecinos, Bolivia, develó su propia estatua de Jesucristo, llamada el Cristo de la Concordia. Situada en la cima del Cerro San Pedro de la ciudad de Cochabamba, se parece al Cristo del Corcovado en que tiene la misma configuración de los brazos extendidos a fin de representar la protección de Cristo sobre la ciudad y la hospitalidad de sus habitantes. Sin embargo, difiere de aquel Cristo Redentor en que mide treinta y cuatro metros de altura (cuatro más sin contar los pedestales), y permite que las visitas suban hasta sentirse envueltos en sus brazos, desde donde disfrutan de una vista fabulosa de Cochabamba.1
Desde entonces no han dejado de erigirse estatuas de Cristo en todo el mundo que se han declarado la más grande de todas. Con decir que una de ellas, construida en un pequeño pueblo europeo, se ha atribuido esa distinción poniéndole encima una corona, con la que apenas alcanza la altura necesaria para imponerse sobre el Cristo de la Concordia. En semejante caso, ¿vale que se incluya en el conteo lo que mide la corona? Y más importante aún, ¿aprobaría Cristo tal corona? Según el eclesiástico que comisionó aquel proyecto, la razón por la que decidió erigir a ese gigantesco Cristo era que «el de la idea fue Cristo mismo. Yo no fui más que el constructor», afirmó.2
Gracias a Dios, hay una idea que Él tuvo, la cual no está en tela de juicio, que pareciera contradecir aquella de que Cristo mismo quería que se erigieran grandes estatuas en su honor. Es la idea detrás de la Navidad, que consistió en que su Hijo Jesucristo se identificara con nosotros al extremo de hacerse lo más pequeño posible, naciendo en un humilde pesebre.3 En sus enseñanzas como adulto, Jesús explicaría el porqué de semejante postura, al afirmar que el más grande en el reino de los cielos no es el que se engrandece a sí mismo sino el que se humilla y se vuelve como un niño.4
¿Qué tan grande, entonces, concebimos que sea Cristo? Más vale que reconozcamos que, como Rey de toda la creación, Él es lo bastante grande como para reinar sobre el vasto universo, y sin embargo lo bastante pequeño como para reinar en nuestro corazón.
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1 | Kevin Richberg, «My Jesus Christ Is Bigger Than Yours» [Mi Cristo es más grande que el tuyo], HuffPost, 26 mayo 2011, actualizado 6 diciembre 2017 <https://www.huffpost.com/entry/post_2056_b_866360> En línea 10 julio 2021; Tamara Hinson, «Religious statues: 10 of the world’s most impressive» [Estatuas religiosas: 10 de la más impresionantes del mundo], CNN travel <http://edition.cnn.com/travel/article/most-impressive-religious-statues/index.html> En línea 10 julio 2021; Wikiwand, s.v. «Cristo de la Concordia» <https://www.wikiwand.com/es/Cristo_de_la_Concordia> En línea 10 julio 2021; <https://web.archive.org/web/20160604074039/https://cristoredentoroficial.com.br/curiosidades> En línea 10 julio 2021. |
2 | Richberg |
3 | Lc 2:1-20; Fil 2:5-11 |
4 | Mt 18:4; 23:12; Lc 14:11; 18:14 |