Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: «¡Zaqueo! —le dijo—. ¡Baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa».

Pues, como nuestra amistad con Dios quedó restablecida por la muerte de su Hijo cuando todavía éramos sus enemigos, con toda seguridad seremos salvos por la vida de su Hijo.

Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y los soldados sortearon su ropa, tirando los dados.

Yo, sí, yo solo, borraré tus pecados por amor a mí mismo     y nunca volveré a pensar en ellos.

Si me aman, obedezcan mis mandamientos.

Dios nos ha llamado a vivir vidas santas, no impuras.

Adoren al Señor con gozo.     Vengan ante él cantando con alegría.

Felices son los íntegros,     los que siguen las enseñanzas del Señor.

La siguiente declaración es digna de confianza, y todos deberían aceptarla: «Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores», de los cuales yo soy el peor de todos.

También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.